Ácido Hialurónico: La molécula prodigiosa

Publicado el 11/07/2014

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El ácido hialurónico es un poilisacárido de la familia de los glucosaminoglicanos, formado por cadenas de hasta 50.000 disacáridos de N-acetil D-glucosamina y ácido glucurónico. Estas cadenas forman en disolución espirales lineales con muchas cargas negativas que mantienen la estructura abierta, y muchos grupos -OH que van a servir como punto de anclaje para fijar moléculas de agua, tantas cuanto mayor longitud tenga la cadena. Con muy poca cantidad, pueden formar geles que se van a comportar como lubricantes.

 

Es uno de los componentes principales de la matriz extracelular, presente en una amplia variedad de tejidos y de animales, desde bacterias hasta seres humanos. Una vez purificada, la estructura de hialurónico es idéntica en las distintas especies y gracias a esto, su capacidad de provocar alergias es muy escasa o nula.

 

En el cuerpo humano, el ácido hialurónico es el polisacárido más abundante en la dermis. También se encuentra en humor vítreo, articulaciones, tejido conjuntivo, mamario, pulmón y cerebro.

 

El ácido hialurónico fue aislado por primera vez por Karl Meyer en 1934 en la Universidad de Columbia, a partir del cuerpo vítreo de ojos de vacuno. La palabra hialurónico procede de hialoide (vítreo) y de uno de sus componentes, el ácido glucurónico. Aislado como un ácido, a pH fisiológico se comporta como una sal (hialuronico sódico).

 

Propiedades y usos el ácido hialurónico.

El primer uso comercial del ácido hialurónico se debe al médico húngaro Endre Balazs, con hialurónico extraído de crestas de gallo, Balazs ha participado en el descubrimiento de las principales aplicaciones del hialurónico, con especial relevancia en los usos dados en oftalmología.

 

El ácido hialurónico de origen animal obtenido de crestas de gallo es el que más se ha usado, pero también se extrae del cordón umbilical, y de piel de tiburón. Sin embargo, en la actualidad, también se obtiene por biotecnología mediante fermentación bacteriana (Streptococcus equi, S. zooepidermicus).

 

La primera cualidad destacable del ácido hialurónico es su capacidad de retención de agua. Se trata de una molécula muy higroscópica y esto le confiere actividad viscoelástica, ya que forma geles más o menos densos. Pero además, hay que destacar su actividad antiinflamatoria, antiedematosa, antioxidante, bacteriostática, biocompaible y no antigénica.

 

Esto quiere decir que es muy difícil que se produzca una intolerancia o una alergía al hialurónico cuando es aplicado o introducido en el organismo humano. Quiere decir también que puede aplicarse allí donde se necesite un aumento del contenido hídrico o una acción lubricante.

 

Uso cosmético.

El ácido hialurónico es uno de los principales componentes de la piel. Se sintetiza por los fibroblastos en la dermis, donde forma un gel acuoso que compone la sustancia fundamental, y en mucha menor medida, por los queratinocitos en la epidermis. En dermis, permite la circulación de los solutos y mantiene la funcionalidad de las fibras elásticas; no obstante, con la edad disminuye la cantidad de ácido hialurónico libre en dermis, y esto contribuye a una mayor deshidratación de la piel, ligada al proceso de envejecimiento.

 

En 1996, comienzan a aparecer en el mercado formulaciones cosméticas antienvejecimiento (antiarrugas, reafirmantes...), que contienen hialurónico y que ofrecen una menor profundidad de las arrugas tratadas, un efecto tensor o una mayor densidad y luminosidad de la piel.

 

Sus propiedades hidratantes eran las principales responsables, ya que el ácido hialurónico puede retener agua hasta el equivalente a 1.000 veces su peso. Además, su incorporación en un cosmético permite aumentar la permanencia en la piel de otros activos; se han publicado trabajos en los que se revela cierta capacidad de proteger la piel de las acciones de los rayos ultravioleta (Trommer et al. 2003). A día de hoy, un gran número de cosméticos de alta gama lo incorporan en su composición.

 

Hialurónico en el campo de la medicina.

Si bien los primeros usos del ácido hialurónico en el terreno de la medicina tenían que ver con la oftalmología, el campo de aplicación se ha extendido notablemente en los últimos tiempos.

 

Estamos relativamente familiarizados con las inyecciones intraarticulares de hialurónico (hialuronato sódico) en pacientes con artrosis de rodilla o cadera (ahora también se inyecta en tobillo, hombro y codo) en las que hay una alteración del líquido sinovial, que en condiciones normales contiene una importante cantidad de hialurónico. Esta alteración conlleva una pérdida de funcionalidad de la articulación y dolor que no cede al tratamiento con antiinflamatorios convencionales (no esteroides). El hialurónico inyectado lubrica la articulación gracias a sus propiedades viscoelásticas, mejora la función articular y, por lo tanto, disminuye el dolor.

 

También se usa por vía oral en pacientes con dolores articulares y osteoartritis a una dosis de 200 mg al día.

 

En urología, se hacen instilaciones vesicales con una solución de ácido hialurónico al 0,8 por ciento para el tratamiento de la cistitis intersticial.

 

En odontología, se utiliza en forma de colutorios para el tratamiento de la boca seca (xerostomía), y en el tratamiento de las aftas bucales. Sus propiedades humectantes y lubrificantes se aprovechan también para la elaboración de colirios para el tratamiento de la sequedad ocular.

 

Un uso reciente en dermatología es la asociación de ácido hialurónico con un antiinflamatorio (diclofenaco), para tratar la queratosis actínica, una lesión de la piel provocada por un exceso de exposición al sol.

 

Su empleo en la cicatrización de heridas y úlceras por presión merece una especial consideración. El ácido hialurónico interviene dirigiendo el proceso de cicatrización de las heridas, modulando el proceso inflamatorio y promoviendo la formación del tejido de granulación y la cicatrización. Las operaciones quirúrgicas en los fetos dentro del útero de la madre han puesto de manifiesto su asombroso papel en el proceso de regeneración de heridas.

 

Las heridas en el feto curan sin dejar cicatriz, lo que se ha relacionado con el ácido hialurónico fetal. En la matriz de las heridas fetales predomina el hialurónico (Kummel et al.). Este ácido hialurónico frena la liberación de plaquetas y de mediadores inflamatorios, y actúa estimulando los fibroblastos del tejido fetal. Se ha visto que hay una mayor concentración de hialurónico en las heridas hasta su total reparación.

 

La aplicación tópica de geles de ácido hialurónico facilita la progresión de la cicatrización de heridas y ulceraciones de la piel. Los geles con concentraciones de hialurónico del orden del uno por ciento han mostrado una buena actividad y una aceleración en el proceso de resolución de las heridas de la piel.

 

Hialurónico en medicina estética.

Probablemente, el uso más frecuente del ácido hialurónico en estos últimos años haya sido en el campo de la medicina estética en tratamientos de rejuvenecimiento facial, empleando implantes o rellenos mediante inyección.

 

Se utilizan distintas concentraciones de hialurónico, dependiendo de la finalidad del implante. Los más densos de usan para corrección de volumen (aumento de pómulos, labios...) y los menos densos, para corregir arrugas finas. El hialurónico aquí trabaja como un material de relleno y cuando se inyecta en dermis (corrección de arrugas) también estimula la síntesis de colágeno, lo que contribuye a incrementar la densidad de la piel y a una mayor duración del efecto de rejuvenecimiento facial.

 

Dado que el hialurónico no es antigénico, el riesgo de alergias es prácticamente inexistente y los efectos adversos, generalmente, se derivan de la técnica y suelen ser leves y pasajeros: hematomas, enrojecimiento en la zona de inyección, inflamación.

 

Para aumentar la durabilidad de los implantes, se somete al hialurónico a un proceso de reticulación, creando una malla con moléculas de hialurónico que aumenta su estabilidad y su consistencia. El hialurónico no reticulado se usa en tratamientos de revitalización facial mediante mesoterapia, solo o mezclado con complejos de vitaminas, minerales o aminoácidos o con factor de crecimiento plaquetar.

 

La administración oral de ácido hialurónico puede suponer un apoyo para conseguir una piel joven y luminosa, al mejorar el grado de hidratación y densidad cutánea.

 

Dada la progresión en los tratamientos con esta asombrosa molécula, es muy probable que el abanico de aplicaciones pueda abrirse aún más. Como siempre, el reto hacia nuevos descubrimientos siempre resulta interesante.

 

Dr. José Julio Roble (Licenciado en Medicina y Farmacia).

Fuente: Revista Vanguardia en Terapias Naturales nº 46

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